EL ABRAZO DEL OSO
Grizzly Man (Werner Herzog, 2005)
Grizzly Man (Werner Herzog, 2005)
Herzog es de esos directores a los que les gusta jugar con la credulidad del espectador, ya sea porque utiliza personas reales para sus historias de ficción (La balada de Bruno S, 1977.), por realizar empresas “imposibles” como hacer pasar un barco por sobre una montaña en plena selva amazónica (Fitzcarraldo, 1982) o por escalar él mismo a un volcán a punto de entrar en erupción para filmarlo (La soufriere, 1977). La frontera entre la realidad y la ficción con Herzog es incierta y borrosa, y sus filmes nos interpelan constantemente, dejándonos muchas veces con más preguntas que respuestas, invitándonos así a dejar de ser meros espectadores pasivos. En Incident at Loch Ness (2004), es filmado por el director Zak Penn mientras realiza un documental buscando al legendario monstruo del Lago Ness. En un momento de la película el mítico espécimen marino asoma en la superficie. ¿Qué sucede? ¿Entonces existe de verdad? Ver para creer (¿o creer para ver?). El alemán dice buscar imágenes puras, verdaderas, vírgenes a la mirada humana, cosa que al mismo tiempo él reconoce, hoy en día es casi una utopía.
Cuando el año pasado ví Grizzly Man, no podía salir de mi asombro. Durante los primeros minutos no sabía si lo que estaba viendo era real o no. Un tipo situado en un paisaje increíble aparecía hablando a cámara, con lo que parecían ser osos de carne y hueso a sus espaldas. Su aspecto entre jovial y despreocupado y la manera de hablar acerca de sus “únicos amigos”, los osos grizzlies, me hacía desconfiar de la imagen que tenía ante mis ojos. Los llamaba por su nombre (a cada uno le había puesto el suyo) y ellos no le prestaban demasiada atención, casi indiferentes a su presencia. Si el actor Klaus Kinski parecía ser la encarnación perfecta para los lunáticos y enigmáticos personajes creados por Herzog (la relación de amor-odio entre ambos era tan intensa que el propio Herzog le dedica al tema un documental de 1999 llamado “Mi enemigo íntimo”) Timothy Treadwell, el involuntario protagonista de esta película, parece ser una versión deformada de Kinski, mezcla de personaje de comedia televisiva berreta y pastor evangelista extraviado. Un auténtico Alien en el Planeta Tierra, un ex alcohólico bastante buen mozo (en algún momento de su vida “pasada” intentó ser actor televisivo, sin lograrlo) que encontró un sentido a su vida yéndose a Alaska a cuidar y proteger, sin que nadie lo convoque para ello, a los osos grizzlies. Luego de trece años de “pacífica” convivencia con ellos, un oso decidió que era hora de acordarse quién es quién y literalmente se lo comió vivo junto a la que era su novia y acompañante, Amie Huguenard.
Durante cinco años Timothy se filmó a sí mismo y al entorno que había elegido para vivir. Largos monólogos frente a cámara, mayormente autoreferenciales y patéticos (Herzog comentará en un momento que para Timothy el lente de la cámara se había convertido en una especie de confesionario), se mezclan con declaraciones de amor a los osos y diatribas contra la raza humana. Herzog los edita junto a imágenes testimoniales de los padres de Timothy, amigos, biólogos, una ex novia, una pareja de ecologistas y él mismo opinando en off sobre las imágenes que estamos viendo. Con este material, el director alemán evita los lugares comunes del biopic (película de biografía sobre un personaje o un hecho histórico) para adentrarse en los vericuetos del alma y la psiquis humana en relación consigo mismo y el entorno que lo rodea. Timothy lo atrae como documentalista y cineasta (“él captó con su cámara momentos improvisados tan gloriosos, de esos que muchos directores y productores buscan lograr en un set de filmación sin lograrlo”) pero no comparte su visión sobre los osos. Para Timothy, sí eran peligrosos y temibles, pero si uno se mostraba como un “guerrero amable” ante ellos, te tendrían respeto y no te matarían.
Herzog, en cambio, piensa que los osos no son permeables al contacto con la gente. El testimonio de un biólogo corrobora esto, diciendo que el mundo de los humanos y el de los osos son dos entidades bien diferenciadas e irreconciliables, imposibles de reunirse una con la otra. Otras personas que aparecen en la película, en cambio, apoyan la hipótesis acerca de la conversión de Timothy en un oso, especulando con una muerte preparada y deseada, una manera extrema de pertenecer a un mundo que para él era el más maravilloso y posible de los mundos. No en vano, Herzog elige un momento de Timothy frente a la cámara diciendo: “Gracias, gracias Dios por darme esta vida. Yo no tenía una vida, ahora sí la tengo”.
Esta nota fue escrita para la revista mdqmagazine, en el mes de abril de 2007.
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