jueves, 7 de junio de 2007

Lo que vi, por David Zadunaisky


LO QUE VI


LECCIONES ESPIRITUALES PARA LOS JOVENES SAMURAIS

Días atrás, paseando por el Parque Rivadavia y mirando libros, encontré uno que buscaba hacía mucho tiempo.
Su autor, Yukío Mishima, podemos decir que fue la quintaescencia del espíritu de la tradición japonesa dentro del envase de un escritor que admiraba también la cultura occidental.
Como un presagio de lo sería su vida, Kimitake Iraoka, tal su nombre verdadero, significa "príncipe guerrero"
Sus "Lecciones espirituales para los jóvenes samurais" son una síntesis de su legado. Leerlas significa entrar en el milenario ideario japonés del valor, de la acción y todas sus implicancias, del honor, del recato, del pudor y de la cortesía, con pautas muchas veces difíciles de entender para extranjeros de otras latitudes. Podemos no estar de acuerdo con muchos de sus consejos pero si lo que queremos es tratar de entender el alma del Japón ancestral, tenemos que leer estas "Lecciones" con delicada atención.
Entiendo que esto (y mucho más) es lo que debe haber hecho Clint Eastwood para hacer sus "Cartas de Iwo Jima"
Es extraño, pero también reconfortante, como la mirada de un norteamericano (y bastante belicista ) rival del imperio japonés en la segunda guerra mundial, se posa con todo respeto y meticulosidad, y sin el menor atisbo de ironía, en las contradicciones de los oficiales japoneses, en las penurias de sus soldados rasos y en la forma en que ve y vive la guerra un descendiente de los legendarios samurais.
Un complicado sistema de castas, en donde los soldados son vulgares campesinos despreciables y los oficiales descienden de la nobleza y son finos y cultos preside la trama dentro de la isla de Iwo Jima, uno de los últimos bastiones que resistían el embate masivo y tenaz del ejército norteamericano en los finales de 1944 y cerca ya del fin de la guerra.
Fin de la guerra que se presentía en todos y en cada uno de los integrantes de la tropa japonesa, faltos de todo lo indispensable para poder resistir decorosamente al enemigo.
La película es de una melancolía que deriva en tristeza hacia el final ya anunciado de derrota.
En ningún momento estamos ante estereotipos. Los soldados son rehenes de la casta superior, éstos son rehenes de su propia tradición que les dice que no es aceptable la derrota. Mejor morir antes que caer derrotados y rendirse. El monte Suribachi, donde los marines izaron la bandera, en la famosa escena que da pie a la trama de "Flags of our fathers", la primera de estas dos pelis de Eastwood, es el mudo testigo de las pasiones que despierta la guerra: el odio, el rencor, el desprecio, pero también la camaradería fraterna, la compasión y el respeto por el otro a pesar de ser un enemigo.
En mi familia (donde todos somos cinéfilos) Clint Eastwood es el "pulga", el "pulga" Eastwood. Por alguna compleja historia que se perdió en el túnel de los tiempos, un director que por obra de su trayectoria y por el placer que nos causa ver sus pelis, se convierte en "pulga" es una figura de culto.
Bueno, Cartas de Iwo Jima es una auténtica obra del "pulga", profunda y humana, nos deja pensando. Y emocionados.
Au revoir y hasta la próxima

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