DALE CINE y MOVIMIENTO ESQUINA te invitan a ver una película inédita dentro de su ciclo de cine en pantalla grande con comida. En este caso veremos “Nubes pasajeras” (1996), un film de Aki Kaurismaki, el realizador de “El hombre sin pasado” y la recientemente estrenada en la Argentina “Luces al atardecer”. La propuesta es para el viernes 23 de noviembre a las 21 horas en Concepción Arenal al 4300.
Costo: -Opción A: Película + comida + postre + vino/gaseosa: $45 -Opción B: Película + té ó café: $25Es necesario realizar una reserva previa indicando opción A ó B a: zadunuevo@fibertel.com.ar ó por teléfono al 4857 5411
Sinopsis: Con su característica ironía y peculiar sentido del humor, el realizador Aki Kaurismäki nos presenta la historia de un matrimonio cuyo orgullo personal es puesto a prueba por los duros golpes de la vida. Como suele ocurrir en las películas de este director, sus personajes son seres humanos comunes y corrientes, víctimas de los virajes del destino. Ilona pierde su empleo como camarera en el restaurant Dubrovnik en Helsinki. Poco después se entera que su esposo Lauri ya hace un mes que ha sido despedido de su trabajo como conductor de tranvía. Tras una serie de duros avatares, una especie de arco iris en la vida de ambos nos deja una puerta abierta, renovando la confianza en sus esperanzas y aspiraciones.
En esta época en que la pérdida del empleo se ha convertido en una amenaza universal, Kaurismäki hace una película conmovedora y esperanzada. Y como siempre, lo que salva el cine de este realizador, tan fiel en su retrato de los detalles del infortunio de sus protagonistas, es esa capacidad tan única de retener el sentido del humor, aún en los momentos más difíciles de la vida.
lunes, 19 de noviembre de 2007
martes, 13 de noviembre de 2007
Crítica de cine: Luces al atardecer (Aki Kaurismaki)
HERMOSOS PERDEDORES
Aki Kaurismaki nació en Orimattila, Finlandia, en 1957. Confeso admirador de Charles Chaplin, Robert Bresson y Luis Buñuel, entre otros, este cineasta ha construido una de las filmografías más interesantes y coherentes de los últimos años. Su cine, habitado en su mayoría por losers, nos muestra un mundo que para nada es el mejor, pero que (casi) siempre nos ofrece una luz de esperanza. Finlandia no es precisamente una sociedad atrasada y tercermundista, pero AK se ocupa de retratar su lado más oscuro y cruel. Si en el Buñuel de Los olvidados (1950) la solidaridad entre los pobres apenas asomaba, en Kaurismaki es una constante, arraigada en los personajes, que buscan apoyo en sus pares para sobrellevar una vida dura y agobiante. El mundo en las películas de AK es un lugar frío, impiadoso, manejado por intereses económicos y especulativos, que desplaza a los que no llegan a un cierto status social. Un espacio hermético, desangelado. El finlandés dice odiar los gestos ampulosos y grandilocuentes en los actores, por eso sus personajes, a la manera en que los hacía trabajar Bresson, se comportan de manera también fría y casi automática, expresando muy raramente sus emociones. Este tratamiento formal se complementa con un uso del espacio minimalista, llegando por momentos a la abstracción, cercana al universo del pintor americano Edward Hopper, pintor que tanto ha influenciado al cine de los últimos cincuenta años (Alfred Hitchcock, Wim Wenders, David Lynch, Todd Haynes, se encuentran entre sus numerosos deudores). Extrañeza y desasosiego rodean a unos personajes que buscan, con dignidad, orgullo y a veces cierta ingenuidad, moverse en un mundo que les es esquivo, centrífugo.
LA DIGNIDAD DE LOS NADIES
Luces al atardecer es la última producción de AK. Quijotesca historia de Koistinen, un trabajador que cree encontrar su lugar en el mundo cuando conoce a una mujer que lo enamora. Será capaz de hacer cualquier cosa por ella, hasta de tragarse su orgullo y su dignidad con tal de no perderla. Ella, una femme fatal extraída del cine negro (también recuerda al personaje de Kim Novak en Vértigo y al de Ingrid Bergman en Notorius, ambas de Hitchcock) lo estafa y le miente, lo usa pero no con fines propios, sino porque es su “trabajo” para un pez gordo, un gángster ruso sin escrúpulos ni corazón. El aire a film noir recorre toda la película, pero deconstruido, “posmodernizado”. Hitchcock aparece también con la figura del falso culpable encarnado en Koistinen, que en este caso no hará nada para revertir su situación.
La película dibuja una parábola en la que el soñador Koistinen descubrirá que, como en La carta robada de Edgar A. Poe, el amor estaba más cerca de lo que pensaba y que la vida vale la pena de ser vivida.
MÚSICA Y LÁGRIMAS
Dos temas de Gardel y Lepera abren y cierran la película, Volver y El día que me quieras. El tango es un sentimiento que ha pegado duro en las inhóspitas tierras finlandesas (de hecho hace unos años fui a ver a un quinteto de ese país que vino a interpretar temas de Astor Piazzolla) y AK pone tangos en casi todas sus películas, cantados por artistas de su país en su mayoría. Pero no solo el ritmo del dos por cuatro aparece en su cine, el rock es otra influencia que tiene su espacio propio (aquí en una escena en que los personajes van a un lugar a escuchar a una banda). La música en Kaurismaki no siempre es un elemento del drama, pero hay que prestar atención muchas veces a las letras de las canciones, ya que comentan lo que estamos viendo o le sucede a alguno de los personajes.
Sergio Zadunaisky
Aki Kaurismaki nació en Orimattila, Finlandia, en 1957. Confeso admirador de Charles Chaplin, Robert Bresson y Luis Buñuel, entre otros, este cineasta ha construido una de las filmografías más interesantes y coherentes de los últimos años. Su cine, habitado en su mayoría por losers, nos muestra un mundo que para nada es el mejor, pero que (casi) siempre nos ofrece una luz de esperanza. Finlandia no es precisamente una sociedad atrasada y tercermundista, pero AK se ocupa de retratar su lado más oscuro y cruel. Si en el Buñuel de Los olvidados (1950) la solidaridad entre los pobres apenas asomaba, en Kaurismaki es una constante, arraigada en los personajes, que buscan apoyo en sus pares para sobrellevar una vida dura y agobiante. El mundo en las películas de AK es un lugar frío, impiadoso, manejado por intereses económicos y especulativos, que desplaza a los que no llegan a un cierto status social. Un espacio hermético, desangelado. El finlandés dice odiar los gestos ampulosos y grandilocuentes en los actores, por eso sus personajes, a la manera en que los hacía trabajar Bresson, se comportan de manera también fría y casi automática, expresando muy raramente sus emociones. Este tratamiento formal se complementa con un uso del espacio minimalista, llegando por momentos a la abstracción, cercana al universo del pintor americano Edward Hopper, pintor que tanto ha influenciado al cine de los últimos cincuenta años (Alfred Hitchcock, Wim Wenders, David Lynch, Todd Haynes, se encuentran entre sus numerosos deudores). Extrañeza y desasosiego rodean a unos personajes que buscan, con dignidad, orgullo y a veces cierta ingenuidad, moverse en un mundo que les es esquivo, centrífugo.
LA DIGNIDAD DE LOS NADIES
Luces al atardecer es la última producción de AK. Quijotesca historia de Koistinen, un trabajador que cree encontrar su lugar en el mundo cuando conoce a una mujer que lo enamora. Será capaz de hacer cualquier cosa por ella, hasta de tragarse su orgullo y su dignidad con tal de no perderla. Ella, una femme fatal extraída del cine negro (también recuerda al personaje de Kim Novak en Vértigo y al de Ingrid Bergman en Notorius, ambas de Hitchcock) lo estafa y le miente, lo usa pero no con fines propios, sino porque es su “trabajo” para un pez gordo, un gángster ruso sin escrúpulos ni corazón. El aire a film noir recorre toda la película, pero deconstruido, “posmodernizado”. Hitchcock aparece también con la figura del falso culpable encarnado en Koistinen, que en este caso no hará nada para revertir su situación.
La película dibuja una parábola en la que el soñador Koistinen descubrirá que, como en La carta robada de Edgar A. Poe, el amor estaba más cerca de lo que pensaba y que la vida vale la pena de ser vivida.
MÚSICA Y LÁGRIMAS
Dos temas de Gardel y Lepera abren y cierran la película, Volver y El día que me quieras. El tango es un sentimiento que ha pegado duro en las inhóspitas tierras finlandesas (de hecho hace unos años fui a ver a un quinteto de ese país que vino a interpretar temas de Astor Piazzolla) y AK pone tangos en casi todas sus películas, cantados por artistas de su país en su mayoría. Pero no solo el ritmo del dos por cuatro aparece en su cine, el rock es otra influencia que tiene su espacio propio (aquí en una escena en que los personajes van a un lugar a escuchar a una banda). La música en Kaurismaki no siempre es un elemento del drama, pero hay que prestar atención muchas veces a las letras de las canciones, ya que comentan lo que estamos viendo o le sucede a alguno de los personajes.
Sergio Zadunaisky
lunes, 12 de noviembre de 2007
DALE CINE PRESENTA
Ciclo de análisis de Ingmar Bergman – II Parte
Coordinado por Sergio Zadunaisky
Desde el 14 de noviembre durante cuatro miércoles a las 20.15 horas en Manuela Pedraza 2751.
Al igual que otros maestros del séptimo arte, como F.W. Murnau, John Ford, Robert Bresson o Federico Fellini, el cine de Ingmar Bergman se fundamenta en un estilo demasiado personal e intenso, sin posibilidades de continuidad, sin discípulos conocidos. Nada en ella es lo suficientemente “accesible” como para verse reducida a una serie de gimmicks o fórmulas más o menos magistrales, capaces de ser reproducidas o retomadas por otros. Quizá por ello, numerosos e importantes cineastas han manifestado públicamente su admiración, su perplejidad o sus reparos hacia la obra del realizador sueco con inusual vehemencia. He aquí una pequeña muestra:
“En un primer nivel están los directores que ofrecen al público un buen y sólido entretenimiento, año tras año. En un segundo nivel, están los artistas que hacen un cine más profundo, más personal, más original, más excitante… Y finalmente, por encima de todos ellos, está Ingmar Bergman, que es probablemente el mayor de los artistas del séptimo arte, a todos los niveles, desde la invención de la cámara cinematográfica”. (Woody Allen)
“Las películas de Ingmar Bergman se han adentrado en rincones de la mente y el alma humana donde yo jamás me atrevería a asomarme”. (David Cronenberg)
“No veo a Bergman como un director religioso. Creo que es un ateo convencido y que sus películas nos dicen que no hay nada más allá de esta vida. Pero eso no es problema para que haga un cine espiritual y humanista”. (Terence Davies)
Programa del ciclo:
14 de noviembre: Los comulgantes (1962) – Duración: 82´
La crisis de las relaciones personales, la incapacidad de amar, la incomunicación y la soledad, la ausencia de un sentido lógico de la vida y sus arbitrariedades, de la existencia de uno mismo, se vehiculan a través de la tortuosa vivencia personal del pastor Tomás Ericsson (Gunnar Bjöstrand), quien no puede dar alivio a sus feligreses ni a su propia alma.
21 de noviembre: La hora del lobo (1968) – Duración: 90´
“Hubo un tiempo en que las noches eran para dormir, para soñar y levantarse sin temores”, dice el protagonista de La hora del lobo, el pintor Johan Borg (Max Von Sydow), quien se ha recluido en la isla de Farö-ese emblemático espacio cerrado bergmaniano, de impresionantes acantilados e imponentes playas-, incapaz de comprender/asimilar el mundo exterior, devorado por sus propios fantasmas. Es ésta una maravillosa muestra de cine fantástico, terrorífico, que nada tiene que ver con las más trilladas convenciones del género, con sus artificios y sus trucos. La hora del lobo ahonda en los desarreglos del espíritu y Bergman se convierte en el oficiante de un misterio insondable, sobrecogedor.
28 de noviembre: El huevo de la serpiente (1977) Duración: 119´
Una vez terminada Cara a cara, Bergman decide realizar su inmediata película fuera de Suecia. Con capital alemán y producida por Dino De Laurentiis dirige El huevo de la serpiente, una atípica película del director cuya estructura cinematográfica es, posiblemente, la más convencional de toda su obra. Lejos de exhibir los miedos internos de sus personajes, aquí el horror está introducido por un elemento externo. Sus personajes se mueven en una fantasmagórica Alemania llena de miseria y de tristeza, completamente desolada. Ese aislamiento remite, de alguna forma, al de los protagonistas de El silencio, y la trama en la que se ven envueltos es una trama sin salida posible, la muerte está presente continuamente, desde las primeras escenas. Bajo ese punto de vista la película no deja de ser una continuación de su obra, pero la forma de realizarla, como si un film de suspense se tratara, y la aparición de una serie de personajes algo convencionales y esquemáticos, redujo el interés de la película, que, sin embargo, no es en absoluto despreciable, ni siquiera en el contexto de su obra.
05 de diciembre: Sonata otoñal (1978) Duración 99´
“La idea de trabajar con Ingrid Bergman era antigua, pero no es el origen de esta historia. La última vez que la había visto fue en el festival de Cannes con ocasión de la proyección de Gritos y susurros. Entonces me metió una carta en el bolsillo, donde me recordaba que le había prometido hacer una película juntos” (Ingmar Bergman, en su libro Imágenes).
Sonata otoñal aborda de manera clara la dificultad de conciliar el temperamento artístico con las emociones humanas más simples: el film diserta acerca del papel que juega el artista t su arte en la sociedad, de la figura del artista como trabajador, del arte como disciplina.
Ciclo de análisis de Ingmar Bergman – II Parte
Coordinado por Sergio Zadunaisky
Desde el 14 de noviembre durante cuatro miércoles a las 20.15 horas en Manuela Pedraza 2751.
Al igual que otros maestros del séptimo arte, como F.W. Murnau, John Ford, Robert Bresson o Federico Fellini, el cine de Ingmar Bergman se fundamenta en un estilo demasiado personal e intenso, sin posibilidades de continuidad, sin discípulos conocidos. Nada en ella es lo suficientemente “accesible” como para verse reducida a una serie de gimmicks o fórmulas más o menos magistrales, capaces de ser reproducidas o retomadas por otros. Quizá por ello, numerosos e importantes cineastas han manifestado públicamente su admiración, su perplejidad o sus reparos hacia la obra del realizador sueco con inusual vehemencia. He aquí una pequeña muestra:
“En un primer nivel están los directores que ofrecen al público un buen y sólido entretenimiento, año tras año. En un segundo nivel, están los artistas que hacen un cine más profundo, más personal, más original, más excitante… Y finalmente, por encima de todos ellos, está Ingmar Bergman, que es probablemente el mayor de los artistas del séptimo arte, a todos los niveles, desde la invención de la cámara cinematográfica”. (Woody Allen)
“Las películas de Ingmar Bergman se han adentrado en rincones de la mente y el alma humana donde yo jamás me atrevería a asomarme”. (David Cronenberg)
“No veo a Bergman como un director religioso. Creo que es un ateo convencido y que sus películas nos dicen que no hay nada más allá de esta vida. Pero eso no es problema para que haga un cine espiritual y humanista”. (Terence Davies)
Programa del ciclo:
14 de noviembre: Los comulgantes (1962) – Duración: 82´
La crisis de las relaciones personales, la incapacidad de amar, la incomunicación y la soledad, la ausencia de un sentido lógico de la vida y sus arbitrariedades, de la existencia de uno mismo, se vehiculan a través de la tortuosa vivencia personal del pastor Tomás Ericsson (Gunnar Bjöstrand), quien no puede dar alivio a sus feligreses ni a su propia alma.
21 de noviembre: La hora del lobo (1968) – Duración: 90´
“Hubo un tiempo en que las noches eran para dormir, para soñar y levantarse sin temores”, dice el protagonista de La hora del lobo, el pintor Johan Borg (Max Von Sydow), quien se ha recluido en la isla de Farö-ese emblemático espacio cerrado bergmaniano, de impresionantes acantilados e imponentes playas-, incapaz de comprender/asimilar el mundo exterior, devorado por sus propios fantasmas. Es ésta una maravillosa muestra de cine fantástico, terrorífico, que nada tiene que ver con las más trilladas convenciones del género, con sus artificios y sus trucos. La hora del lobo ahonda en los desarreglos del espíritu y Bergman se convierte en el oficiante de un misterio insondable, sobrecogedor.
28 de noviembre: El huevo de la serpiente (1977) Duración: 119´
Una vez terminada Cara a cara, Bergman decide realizar su inmediata película fuera de Suecia. Con capital alemán y producida por Dino De Laurentiis dirige El huevo de la serpiente, una atípica película del director cuya estructura cinematográfica es, posiblemente, la más convencional de toda su obra. Lejos de exhibir los miedos internos de sus personajes, aquí el horror está introducido por un elemento externo. Sus personajes se mueven en una fantasmagórica Alemania llena de miseria y de tristeza, completamente desolada. Ese aislamiento remite, de alguna forma, al de los protagonistas de El silencio, y la trama en la que se ven envueltos es una trama sin salida posible, la muerte está presente continuamente, desde las primeras escenas. Bajo ese punto de vista la película no deja de ser una continuación de su obra, pero la forma de realizarla, como si un film de suspense se tratara, y la aparición de una serie de personajes algo convencionales y esquemáticos, redujo el interés de la película, que, sin embargo, no es en absoluto despreciable, ni siquiera en el contexto de su obra.
05 de diciembre: Sonata otoñal (1978) Duración 99´
“La idea de trabajar con Ingrid Bergman era antigua, pero no es el origen de esta historia. La última vez que la había visto fue en el festival de Cannes con ocasión de la proyección de Gritos y susurros. Entonces me metió una carta en el bolsillo, donde me recordaba que le había prometido hacer una película juntos” (Ingmar Bergman, en su libro Imágenes).
Sonata otoñal aborda de manera clara la dificultad de conciliar el temperamento artístico con las emociones humanas más simples: el film diserta acerca del papel que juega el artista t su arte en la sociedad, de la figura del artista como trabajador, del arte como disciplina.
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