martes, 13 de noviembre de 2007

Crítica de cine: Luces al atardecer (Aki Kaurismaki)


HERMOSOS PERDEDORES

Aki Kaurismaki nació en Orimattila, Finlandia, en 1957. Confeso admirador de Charles Chaplin, Robert Bresson y Luis Buñuel, entre otros, este cineasta ha construido una de las filmografías más interesantes y coherentes de los últimos años. Su cine, habitado en su mayoría por losers, nos muestra un mundo que para nada es el mejor, pero que (casi) siempre nos ofrece una luz de esperanza. Finlandia no es precisamente una sociedad atrasada y tercermundista, pero AK se ocupa de retratar su lado más oscuro y cruel. Si en el Buñuel de Los olvidados (1950) la solidaridad entre los pobres apenas asomaba, en Kaurismaki es una constante, arraigada en los personajes, que buscan apoyo en sus pares para sobrellevar una vida dura y agobiante. El mundo en las películas de AK es un lugar frío, impiadoso, manejado por intereses económicos y especulativos, que desplaza a los que no llegan a un cierto status social. Un espacio hermético, desangelado. El finlandés dice odiar los gestos ampulosos y grandilocuentes en los actores, por eso sus personajes, a la manera en que los hacía trabajar Bresson, se comportan de manera también fría y casi automática, expresando muy raramente sus emociones. Este tratamiento formal se complementa con un uso del espacio minimalista, llegando por momentos a la abstracción, cercana al universo del pintor americano Edward Hopper, pintor que tanto ha influenciado al cine de los últimos cincuenta años (Alfred Hitchcock, Wim Wenders, David Lynch, Todd Haynes, se encuentran entre sus numerosos deudores). Extrañeza y desasosiego rodean a unos personajes que buscan, con dignidad, orgullo y a veces cierta ingenuidad, moverse en un mundo que les es esquivo, centrífugo.

LA DIGNIDAD DE LOS NADIES

Luces al atardecer es la última producción de AK. Quijotesca historia de Koistinen, un trabajador que cree encontrar su lugar en el mundo cuando conoce a una mujer que lo enamora. Será capaz de hacer cualquier cosa por ella, hasta de tragarse su orgullo y su dignidad con tal de no perderla. Ella, una femme fatal extraída del cine negro (también recuerda al personaje de Kim Novak en Vértigo y al de Ingrid Bergman en Notorius, ambas de Hitchcock) lo estafa y le miente, lo usa pero no con fines propios, sino porque es su “trabajo” para un pez gordo, un gángster ruso sin escrúpulos ni corazón. El aire a film noir recorre toda la película, pero deconstruido, “posmodernizado”. Hitchcock aparece también con la figura del falso culpable encarnado en Koistinen, que en este caso no hará nada para revertir su situación.

La película dibuja una parábola en la que el soñador Koistinen descubrirá que, como en La carta robada de Edgar A. Poe, el amor estaba más cerca de lo que pensaba y que la vida vale la pena de ser vivida.

MÚSICA Y LÁGRIMAS

Dos temas de Gardel y Lepera abren y cierran la película, Volver y El día que me quieras. El tango es un sentimiento que ha pegado duro en las inhóspitas tierras finlandesas (de hecho hace unos años fui a ver a un quinteto de ese país que vino a interpretar temas de Astor Piazzolla) y AK pone tangos en casi todas sus películas, cantados por artistas de su país en su mayoría. Pero no solo el ritmo del dos por cuatro aparece en su cine, el rock es otra influencia que tiene su espacio propio (aquí en una escena en que los personajes van a un lugar a escuchar a una banda). La música en Kaurismaki no siempre es un elemento del drama, pero hay que prestar atención muchas veces a las letras de las canciones, ya que comentan lo que estamos viendo o le sucede a alguno de los personajes.

Sergio Zadunaisky

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